jueves, 23 de febrero de 2017

El error es nuestro, no crucifiquemos al mensajero




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En estos momentos leo un libro que habla del impacto de las redes sociales, titulado Humillación en las redes, del británico Jon Ronson, escritor y presentador televisivo, y luego de ver al hombre de 35 años que se suicidó, lanzándose desde el puente vehicular, de la rotonda Rooselvelt, me ha llamado la atención como muchos intentan responsabilizar a la tecnología de la deshumanización de la sociedad.

"A veces las cosas tienen que caer hasta el fondo de un pozo brutal para que la gente entre en razón..tal vez tú seas nuestro pozo brutal" / Jon Ronson
Nada menos cierto; en la antigüedad sucedió lo mismo con los libros y hubo quema de grandes obras por ser consideradas pecaminosas; aún existe el debate del nivel de responsabilidad que tiene la industria televisiva con los índices de violencia. Se busca la fiebre en la manta y no en el enfermo. 


Quema infame de libros
Siempre cuento que no veo novelas, porque mis padres, que en paz descansen, no tenían este hábito; si de adultos, algunos de mis herman@s, las ven es por opción propia. Respeto el derecho de quien gusta de este género televisivo, sin embargo, estimo que deben estar, en el caso de Panamá, en un horario de 9 o 10:00 pm; en ese espacio cada quien es libre de ver lo que quiera. 

El avance tecnológico de los celulares y las redes sociales no van a hacer un alto para que los humanos (seres supuestamente racionales) aprendamos el uso correcto que debemos darles. ¿Es lógico que se haya tenido que regular y sancionar el uso del celular mientras se maneja?; cualquier ser pensante sabe que no puede chatear y manejar; para responder necesita al menos cuatro de los cinco sentidos. Lo increíble es el número de sanciones registradas por esta falta.



A nivel personal me tocó ver una pareja joven, en Friday's de Multiplaza; decidí ver su comportamiento (pues lo tenías de frente) no lo hice por fisgón. Ambos chateaban sin parar; en momentos se tomaban las manos sin dejar de chatear; les sirvieron la comida y no pararon; no intercambiaron ni un gesto de afecto; luego pidieron la cuenta y se marcharon. Pensé, ¿para qué perdieron el tiempo en venir y sentarse en un restaurante si no se miraron a los ojos ni se dijeron nada?

Adultos y padres, observemos más y nos daremos cuenta que muchos cometemos el mismo error y al no tener conciencia no establecemos normas ni le decimos a niños y adolescentes que tienen una responsabilidad con el objeto que tienen entre sus manos.

En mi caso establecí una regla, en mi hogar, los celulares están fuera del comedor; no se chatea cuando salimos a un restaurante; es momento para hablar, reír; puedo comprender que le tomen fotos a la comida y bebida; lo que no me parece lógico es tener una salida para chatear.


Todo esto me hace volver al tema inicial; el hombre que decidió lanzarse al vacío, en San Miguelito, no tuvo más que espectadores ansiosos de presenciar, como en los tiempos romanos, el acto final; el acto cumbre de la miseria humana; igual como cuando decidimos flagelar, sin medir consecuencias, un mal comentario sin doble intención o un "chiste malinterpretado" como dice el británico Ronson. 

Al día siguiente escuché por Radio Panamá (ojo, me deben pagar x la publicidad gratis que les hago), al Dr. Julio Toro intervenir, durante el período de llamadas de la audiencia, y dijo algo sensato: "el mismo tiempo que a las personas les ocupó tomar la foto, lo pudieron haber invertido para hacerle un llamado para que no se tirara"; igual, nadie paró su auto y trató de hacerlo desistir de su decisión.

A mi celular, vía tuiter, vi fotos de varios ángulos; el objetivo fue una carrera por quien tenía la primicia. Hacia la tarde muchos colegas (periodistas) y otros que gozan de sensibilidad humana analizaron ¿qué pasó?; se cuestionó la actuación de quienes festinaron el salto mortal de un hombre que abrumado por no sé que razón acabó con su vida.

Advierto, no voy a poner una sola foto, en este trabajo, del suicidio aquel; siempre que alguien muere en circunstancias dramáticas reflexionó (incluso aquellos que fallecen delinquiendo) es un ser humano que merece no ser humillado más; los muertos merecen respeto; ese ser que murió asesinado o en un accidente; o un hecho violento generado por la naturaleza puede ser un hij@, padre, madre, esposa o esposa; herman@ y ver esas imágenes en un diario o en televisión lastima y no permite el proceso de resignación y duelo.


Lo que sucedió, ese martes 21 de febrero, no nos puede llevar a crucificar las redes sociales; ni que los políticos se aprovechen para regularlas, intención que subyace en la mente de muchos censores por naturaleza; debemos aprender a vivir con ellas, tal como ocurrió en la revolución industrial. 

Elemental, buscamos responsabilizar a otros por los errores de formación que tenemos como adultos, padres y gobiernos.

Aquel aciago día que terminó la vida de este hombre, un solo medio alcanzó 23 mil y tantas visitas en una de sus redes; de seguro, los más populares deben haber tenido un festín de visitas ¿los hizo más famosos? ¿qué les dio de positivo?

Hay que enseñarles a nuestros niños y jóvenes el valor de la vida suya y ajena; a respetar los espacios y no divulgar imágenes ni textos que puedan lastimar o generar acoso a nadie. Empecemos a ser racionales con emociones es el único antídoto para que esto no vuelva a ocurrir.




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